MADRID- Los 536 kilos de explosivos que transportaban en una furgoneta cuando ésta fue interceptada por la Guardia Civil unos días antes del 11-M en Cañaveras (Cuenca) tenían un objetivo: atentar en una zona industrial de Madrid. Así lo reconocieron ayer los etarras Irkus Badillo y Gorka Vidal, juzgados en la Audiencia Nacional junto a su compañero Beñat Barrondo, a quien insistentemente trataron de exculpar, como presuntos responsables de la conocida como «caravana de la muerte». El abogado de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), Juan Carlos Rodríguez Segura, preguntó a Vidal si tenían previsto «hacer una parada en la finca de Morata de Tajuña» (donde los terroristas del 11-M montaron las bolsas-bomba con las que se cometieron los atentados de Madrid). Los acusados, y buena parte de sus familiares y amigos, sonrieron al escuchar la pregunta. Según fuentes de la AVT, a los etarras se les incautó un plano donde estaría señalizada esta localidad madrileña.
El «bautismo de fuego» de los tres etarras no empezó con buen pie. Barrondo se habría arrepentido supuestamente de haberse integrado en ETA sólo dos semanas después de reunirse en Francia, junto con sus compañeros, con el entonces responsable de los «comandos» etarras, Gorka Palacios. «No estaba preparado ni tenía valor para hacer lo que se suponía que tenía que hacer, aunque al principio me pareció una idea muy bonita», explicó.
En esa primera cita francesa, en mayo de 2003, bautizaron al grupo como «comando Gaztelu» y recibieron instrucciones de Palacios de recabar información para un posible atentado en Baqueira Beret. «Fui un día a reconocer la zona, pero se quedó en nada, porque la climatología lo impedía. Empezó a llover y nevar y era imposible», aseguró Vidal. Los terroristas planeaban enterrar los explosivos en otoño y cometer el atentado en época navideña.
Badillo, como Vidal, declarará como testigo en el juicio del 11-M a propuesta de la defensa de uno de los presuntos autores materiales, Jamal Zougam. El primero se negó a contestar ayer al fiscal y a las acusaciones. Además, calificó de «fascista» al tribunal. Al igual que su compañero, insistió en que Barrondo no conocía los planes de atentar en Madrid. Eso sí, reconoció que recabó datos para atentar contra el cuartel de Jaca (Huesca), una propuesta que Palacios rehusó.
Según la versión de los acusados, en la segunda cita en Francia con Palacios (que se celebró en Lourdes), Barrondo le comunicó que quería dejar de pertenecer a ETA. Sólo Vidal, insistieron los tres, recibió un cursillo de explosivos en esa ocasión.
Accidente en Guadalajara
«Para no quedar tan mal e intentar ablandar la situación -se justificó Barrondo- le llevé un croquis del parking del cuartel de la Guardia Civil en Llodio (el acusado trabajaba de delineante en el Ayuntamiento de esa localidad vizcaína). Barrondo también admitió que compró dos móviles por encargo de Badillo, que utilizaron para mantener el contacto entre la furgoneta-bomba y el vehículo que circulaba delante para avisar de posibles contratiempos. «Suponía que podían ser usados para algo clandestino y di nombres falsos», reconoció al tribunal. Finalmente compró tres teléfonos, porque al adquirir uno de ellos dio su DNI por un descuido.
Camino de Madrid, el coche «lanzadera» que conducía Badillo sufrió un accidente en Taravilla (Guadalajara). Herido leve, el etarra fue atendido por unos vecinos de un pueblo cercano, tras pedir auxilio, y finalmente conducido a un hospital, donde fue detenido. Su compañero Vidal, sorprendido por la Guardia Civil, no opuso mucha resistencia. «Me habéis pillado, soy miembro de ETA», se limitó a decir a los agentes. El fiscal pide para cada uno de los tres acusados 39 años de prisión. El juicio continúa hoy.
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