martes, 29 de mayo de 2007

Condenados los etarras Vicario Setién y Ordóñez por el secuestro de Delclaux


La Audiencia Nacional condenó ayer a los etarras Gregorio Vicario Setién y José Ordóñez Fernández a 17 años de cárcel a cada uno de ellos por el secuestro del empresario y abogado guipuzcoano Cosme Delclaux, quien permaneció 232 días en un zulo de 90 centímetros de ancho por tres metros y 1,94 metros de altura, «si ventilación ni comunicación con el exterior».
La sentencia relata cómo los dos procesados, junto con una tercera persona, se alojaron en la vivienda de los también etarras Francisco Javier Ramada y Sagrario Yoldi -condenados por estos mismos hechos-, y comenzaron a realizar seguimientos a Cosme Delclaux para comprobar sus itinerarios y llevar a cabo el secuestro. Mientras tanto, Ramada ya había adquirido un local en Irún donde construyeron el zulo.
El 11 de noviembre de 1996, cuando Delclaux se disponía a recoger su coche en el Parque Tecnológico de Zamudio, fue abordado por Vicario Setién y Ordóñez Fernández, quienes, tras amenazarle con un arma, le obligaron a introducirse en el maletero de su propio coche.
232 días sin salir nunca
El empresario fue traslado al zulo de Irún, donde permaneció 232 días «sin salir en ningún momento al exterior» y «sin más iluminación que una bombilla de 40 W, sin disponer de dicha ni de otro mobiliario más que una pequeña mesa de camping, una silla, un colchón en el suelo y realizando sus necesidades fisiológicas en un water químico».
Durante el secuestro, los etarras le proporcionaban tres días al día y ventilaban el zulo con un pequeño ventilador eléctrico. Durante las 5.568 horas, 344.080 minutos, 20.044.800 segundos que duró su cautiverio, tuvo además que escuchar una radio mal sintonizada.
Su familia abonó seis millones de euros, en dos pagos, para lograr su libertad. Cosme Delclaux fue liberado por los terroristas el 1 de julio de 1997, y, a consecuencia de la «dura y traumática vivencia», padece una «grave secuela psíquica, que ha incidido de manera significativa en su vida personal, social y profesional».

LA RAZON.

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