domingo, 13 de mayo de 2007

ETA planeaba introducir una furgoneta con explosivos en la Expo de Zaragoza


La Expo de Zaragoza era uno de los objetivos sobre los que el «comando Donosti», recientemente desarticulado por la Guardia Civil, debía buscar datos para cometer atentados. El responsable de esta célula, José Ángel Lerin, que entró en España en mayo del año pasado, en pleno alto el fuego, había indicado a otro de los terroristas, Arkaitz Agote Cillero, que tenía experiencia por haber perpetrado acciones criminales en la comunidad aragonesa, que la «sede principal de la Expo, que está en la A-2 (...), está sin mirar», por lo que tenía que preparar la información necesaria.
Agote había cometido atentados en Zaragoza y Huesca entre septiembre de 2005 y enero de 2006, en concreto contra una estación eléctrica en Añón de Moncayo; contra el aeropuerto de Zaragoza, con granadas que fallaron y no pudieron ser lanzadas; contra el Parador Nacional de Sos del Rey Católico, y contra subestaciones de la localidades oscenses de Borau y Aratores.
Entre la documentación que la Guardia Civil se incautó al «Donosti», en la que figuraban más de 400 objetivos, había una carta que Lerin envió a Agote en la que, además de la Expo, le indicaba que preparara informaciones sobre «la central más grande y más importante de Zaragoza que está en la localidad de Monzalbarba». «Otra cosas que pueden mirarse, la Feria de Muestras y por si acaso las sedes del Banco de España (esta en la Plaza de España, en los alrededores del Puente del Pilar), sedes de Correos y Telefónica», agregaba. Los atentados serían perpetrados con «una furgona que vaya cargada de amonitol o nagolita».
En esta misma misiva, le explicaba cómo cometer una acción criminal, ya preparada, contra la central de Inditex en Zaragoza mediante la colocación de un coche bomba. Le advertía de dónde estaban las cámaras de seguridad en la calle «para no comértelas al salir».
Para emprender la fuga, una vez dejada la bomba, le proponía que llamara a un taxi, el mismo sistema empleado por el etarra que colocó la furgoneta bomba el pasado 29 de diciembre en el aparcamiento de la T-4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid. Este individuo, que ocultaba su cara con una mascarilla de las que se usan para protegerse de la contaminación y que fingía una minusvalía con una muleta, huyó, una vez aparcado el vehículo y activado el artefacto, en un taxi. En el caso de Zaragoza, Lerín advertía a Agote de que el coche lanzadera le debía aguardar fuera de la zona en la que se iba a cometer el atentado.
Por otra parte, el análisis de los objetivos que tenía el «comando Donosti» ha demostrado, una vez más, que los hábitos, el mantenimiento de horarios, itinerarios y lugares a los que se acude, por ejemplo, a tomar una consumición, facilitan la labor de los terroristas cuando preparan un atentado. Una persona metódica es un objetivo más fácil que otra que cambia sus costumbres.
El «comando Donosti» tenía «marcado» a un agente del Cuerpo Nacional de Policía al que había vigilado en un bar de San Sebastián. Sabían lo que bebía, la silla en la se sentaba, «que hemos marcado de rojo y pasa hora y media con su pote. Pide Veterano con Coca Cola, con mucho hielo y en vaso de sidra», decían. Los terroristas habían controlado al agente entre el 22 de junio y el 9 de septiembre del año pasado, en pleno alto el fuego, en el mismo bar. Habían acudido a vigilarle en ocho ocasiones, entre las ocho de la tarde y las once de la noche, y le habían encontrado en siete. «Ha estado en la taberna», anotaban. Tenían previstos hasta tres planes para «darle» (asesinarle) que concluían con un tiro en la cabeza del policía.

LA RAZON.

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