domingo, 4 de febrero de 2007

La cuenta atrás


Hace 20 años justos que está en prisión. Le detuvieron en Madrid a las cinco de la madrugada del viernes 16 de enero de 1987. Tenía 32 años y ya había matado a 25 personas. "Pusimos explosivos en la puerta y entramos a por ellos", recuerda uno de los agentes del Grupo de Operaciones Especiales (GEO) que participaron en la detención. "Los seis, tres hombres y tres mujeres, estaban dormidos y no ofrecieron resistencia. Sólo él, De Juana Chaos, tenía la pistola en la mesilla de noche. Hizo el gesto de mirarla y el compañero que lo estaba apuntando le retó: 'Anda, cógela'. Pero él, a pesar del sobresalto, le respondió con tranquilidad: 'Soy de ETA, no un gilipollas". Unas horas después, y tras un duro interrogatorio en el que Iñaki de Juana no abrió la boca, el fotógrafo de la policía hizo su trabajo.
Desde entonces hasta hoy, que es alimentado de forma forzosa en el hospital Doce de Octubre de Madrid tras 90 días en huelga de hambre, De Juana Chaos no ha dejado de ser noticia. A ello ha contribuido su escalofriante nómina de crímenes, pero sobre todo una personalidad que los psicólogos de prisiones llegaron a calificar de "fría y narcisista". De su historia hasta 1983 -aquel año huyó a Francia tras descubrirse su pertenencia a ETA- sólo se conoce que nació en Legazpi (Guipúzcoa) en 1955, que su abuelo materno fue militar y que él, aunque cursó estudios de enfermería, sólo tuvo un trabajo legal: agente de la Ertzaintza. Una vez en la cárcel, sin embargo, se aficionó a visitar las primeras páginas de los periódicos. Unas veces por preparar su propia fuga en helicóptero del penal gaditano de El Puerto de Santa María. Otras, por pedir champán y langostinos para celebrar el asesinato del concejal de Unión del Pueblo Navarro (UPN) Tomás Caballero. Y, en agosto del pasado año, por marcar un hito en la historia de ETA. El día 7, De Juana comunicó a la dirección de la prisión de Algeciras que iniciaba una huelga de hambre indefinida para protestar por su situación personal -la Audiencia Nacional había abortado a principios de 2005 su excarcelación tras 18 años en prisión acusándole de dos nuevos delitos de pertenencia a ETA y amenazas-. El hecho relevante no era que De Juana Chaos se pusiera en huelga de hambre -lo había hecho en muchas ocasiones anteriores-, sino que se trataba de la primera vez en la historia de ETA que un preso de la organización terrorista emprendía tal medida de presión sin consultar con la dirección de la banda y por un asunto que sólo le concernía a él. Aunque no trascendió entonces, la banda no tardó en reaccionar.

A finales del verano, y según aseguran fuentes de la lucha antiterrorista, Juan Lorenzo Lasa Mitxelena, alias Txikierdi, responsable del colectivo de presos, hizo llegar a De Juana por distintas vías el descontento de la dirección de ETA con su actitud. "Tuvieron una gran bronca", dice una fuente de Interior, "Txikierdi le dijo que tenía que seguir las directrices de la organización y él le respondió que la organización en ese momento no tenía directrices. Textualmente le dijo: 'No tiene directrices ni tiene cojones'. Sin embargo, a los pocos días interrumpió la huelga".

Hay más detalles que confirman que la huelga de hambre de De Juana fue en un primer momento motivo de malestar en la dirección de ETA y también en el entorno de Batasuna -embarcada entonces en el llamado proceso de paz-. "No hay más que fijarse", explica un agente, "en lo que tardó el diario Gara en dar la noticia. Nada más y nada menos que 11 días, y eso, para los que estamos acostumbrados a leer entre líneas ese periódico, es una eternidad, sobre todo tratándose de quien se trataba". Sin embargo, el asesinato de los dos jóvenes ecuatorianos en el aeropuerto de Barajas cambió radicalmente el panorama. La complicada situación de De Juana, además de una pesadilla para el Gobierno, se está convirtiendo en el arma principal del entorno de ETA para cohesionar de nuevo a sus bases tras la ruptura del alto el fuego. "No sé si la gente se ha dado cuenta", añade el mismo policía, "pero desde el atentado para acá los políticos han hablado más de De Juana que de los pobres ecuatorianos muertos. Y la verdad es que, conociendo la afición del personaje por colocarse en el centro de la atención, no me extraña".

ay un testigo de excepción en los primeros pasos como terrorista de Iñaki de Juana. Uno de sus compañeros en la etapa inicial del comando Madrid -donde también conoció a quien sería después su compañera sentimental, Inmaculada Noble Goikoetxea- fue Juan Manuel Soares Gamboa, quien, tras ser desterrado por la banda a Argelia y después a Santo Domingo, terminó entregándose y colaborando con los jueces. De Juana y Soares vivieron como topos en un país muy distinto al de ahora, también en su relación con el terrorismo. Aunque la sociedad empezaba entonces a darse cuenta de que ETA no era sólo una lacra, sino también un peligro real para la estabilidad de la incipiente democracia española -aún estaba muy reciente la intentona golpista del 23-F-, todavía faltaba mucho para que se produjera una respuesta unánime. En los tres años durante los que De Juana fue miembro activo de ETA -1984, 1985 y 1986- la banda asesinó a 112 personas, la mayoría policías y militares.

Según el testimonio de Soares Gamboa -recogido en el libro Agur, ETA, de Matías Antolín-, era De Juana quien seleccionaba las víctimas y decidía quién tendría que disparar sobre ellas. Así relata el etarra arrepentido el asesinato, el 17 de 1986, de tres militares: "Fue Iñaki de Juana quien divisó en uno de sus turnos de vigilancia al objetivo: un 124 azul del Ejército de Tierra. Era preciso un atentado antes del 22 de junio, antes de las elecciones generales (...).

-Yo me encargo de cubrir la ekintza [acción] ¡Te ha tocado, Juanma! -dijo De Juana-. Serás quien dispare (...).

Sólo cuando [Idoia López Riaño] vació el cargador pude acceder al vehículo, que ya estaba agujereado por todos sitios. El chófer tenía la cara deformada por los impactos, estaba muerto y en un mar de sangre; introduje la UZI por la ventanilla para rematar a los tres. Ráfagas cortas y precisas. Enfilamos hacia el coche cuando escuchamos otra ráfaga de metralleta; era Iñaki de Juana, disfrazado con una gorra blanca y gafas (...). Por la radio se escuchaban las primeras noticias: 'Tres militares asesinados cerca de la plaza de Segovia. Uno de ellos es el comandante Ynestrillas...". Hasta ese momento, los integrantes del comando Madrid no supieron sobre quiénes habían disparado.

A De Juana no le quedaba mucho tiempo en libertad. Nada más producirse su detención -en enero de 1987- consiguió el primero de sus impactos mediáticos. Tras aguantar sin declarar el interrogatorio policial, confesó ante el juez de la Audiencia Nacional la autoría del atentado perpetrado el 14 de julio de 1986 en la plaza de la República Dominicana de Madrid contra un convoy de la Guardia Civil. Catorce agentes habían resultado muertos y otras 45 personas heridas de diversa gravedad. Por esos crímenes y otros hasta un total de 25, De Juana fue condenado a casi 3.000 años. Durante todos estos años en la cárcel, el nieto del militar ha estado siempre clasificado en primer grado, el más duro de todos. Incluye la reclusión en un módulo de especial vigilancia, cacheos periódicos, restricción del contacto con otros presos y muy pocas horas de patio, además de la intervención de las comunicaciones que se aplica a todos los miembros de organizaciones terroristas. Por si fuera poco, y en virtud de la política de dispersión, De Juana recorrió las cárceles más alejadas del País Vasco.

De Sevilla lo trasladaron a Ceuta, y luego a Las Palmas, Murcia, Ibiza y Melilla. A finales de 1998, y coincidiendo con la tregua, el Gobierno del PP concedió el acercamiento a 21 presos de ETA cuyas condenas sumaban 10.000 años. Entre ellos estaba De Juana Chaos, que fue llevado de Melilla a El Puerto de Santa María y de allí, en el año 2002, a la prisión de Algeciras.

"Para entonces", explica un jefe de la lucha antiterrorista, "ya no era ni sombra de lo que fue dentro de la organización, aunque él se empeñaba en seguir aparentándolo. Cuando llegaba un nuevo preso de ETA a la cárcel donde él se encontrara, lo recibía y lo sometía a un interrogatorio que repetía a la vuelta de un mes. Quería seguir siendo a toda costa el comisario político, el guardián de las esencias". A su favor jugaban su historial tremendo de muertes sin remordimiento y un carácter y una mirada muy fríos, muy duras. No son pocos los funcionarios que guardan sus contactos esporádicos con De Juana en el almacén de sus peores recuerdos.

Sin embargo, durante su estancia en la prisión de Las Palmas, el que fuera jefe del comando Madrid encuentra la horma de su zapato en otro histórico de ETA, Jesús María Zabarte Arregi, alias Carnicerito de Mondragón. "Zabarte", explica una fuente de Interior, "no admitió la presión de De Juana y tuvieron una gresca sonada. Hay que tener en cuenta que De Juana, a pesar de su predicamento mediático, nunca fue designado por ETA como jefe de lo que ellos llaman frente de makos. Nunca terminaron de confiar en él".

A partir de entonces, De Juana se va aislando progresivamente del colectivo de presos hasta romper, incluso, con Inmaculada Noble. A principios de 2005, los periódicos desvelan que "un etarra condenado por 25 asesinatos y penado con casi 3.000 años de cárcel va a salir en libertad de forma inminente tras haber cumplido sólo 18 años de cárcel". Su figura mediática se le vuelve entonces en contra. No es un terrorista más. Es De Juana Chaos. El mismo que, tras los asesinatos en Sevilla del concejal popular Alberto Jiménez Becerril y de su esposa, escribió: "Sus lloros son nuestras sonrisas y terminaremos a carcajada limpia. Me encanta ver las caras desencajadas que tienen. Con esta ekintza (acción) ya he comido yo para todo el mes". Los jueces buscan la manera de apagar el escándalo manteniéndolo en prisión y él inicia por su cuenta una huelga de hambre. A su lado sólo permanece una joven de 29 años, su nueva pareja sentimental.

Tras interrumpir durante unos días la huelga de hambre, De Juana vuelve a ingresar el 24 de noviembre en la unidad de custodia del Doce de Octubre. Desde entonces, se niega a colaborar con los médicos. Tienen que pesarlo a la fuerza, hacerle los análisis a la fuerza, incluso tomarle la tensión a la fuerza. El preso, que mide 1,72 y cuyo peso habitual es de 86 kilos, sólo alcanza entonces los 63. Lo empiezan a alimentar por sonda nasogástrica el 11 de diciembre, cuando su peso ha bajado hasta los 57. El 7 de enero le quitan la sonda. Ha vuelto a pesar 62 kilos. Pero unos días más tarde, el 24 de enero, ya ha bajado hasta los 52 y se la vuelven a poner. Los médicos, que no descartan un fallo súbito que le provoque la muerte, dicen desconocer las consecuencias de esa alimentación forzosa y alternativa. El caso es que la Audiencia Nacional sólo autoriza mantener la sonda cuando "exista riesgo para la vida". Y no hay precedentes.

Mientras, los teléfonos pinchados de la policía escuchan que sus otrora compañeros están hartos de él. "Lo tachan de loco, de iluminado", dice un agente, "dicen de él que tiene complejo de mártir". Pero el alto el fuego se rompe y todo cambia. El Gobierno empieza a recibir los partes que llegan del hospital como quien acaricia una bomba de relojería El entorno de ETA, en cambio, acaba de encontrar en el viejo militante la posibilidad de reagrupar a sus huestes desorientadas, hasta de acallar si cabe el eco de Barajas. Ya tienen un nuevo héroe. No descartan que se convierta en un héroe muerto, pero un héroe al fin y al cabo.

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