
Sobre los momentos inmediatamente anteriores al suicidio de los siete presuntos terroristas en Leganés el 3 de abril de 2004, Pedro Díaz-Pintado contó que cuando llegó a la calle Carmen Martín Gaite los terroristas habían bajado las persianas de la vivienda, los disparos habían cesado y se escuchaban cánticos. «Me parecieron religiosos, con un tono un poco desencajado. Ponía los pelos de punta». A media tarde, le llegaron las primeras noticias de las llamadas de despedida de varios islamistas a sus familiares. No eran nada tranquilizadoras. «Serhane el Tunecino» había dejado claro que «querían hacer sangre en la Policía». «Pensábamos que dentro podía haber cuatro o cinco personas», aseguró. Tras la llegada de 15 geos, el jefe del operativo le planteó a Díaz-Pintado la posibilidad de hacer salir a los islamistas haciendo estallar un explosivo junto a la puerta de la casa y lanzando dentro botes de gases lacrimógenos. «Dije tajantemente que les prohibía entrar, para evitar un enfrentamiento y porque un terrorista es más útil vivo que muerto», dijo. Faltaba un minuto para las nueve de la noche cuando el responsable de los GEO le llamó por teléfono para poner en marcha la operación. «Adelante, riesgo cero», le recordó Díaz-Pintado. «Se escuchó una pequeña explosión y luego otra tremenda que provocó una bola de fuego y luego un silencio de muerte que te deja sobrecogido».
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